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Otros elementos

En muchas ocasiones los responsables de seguridad de los sistemas tienen muy presente que la información a proteger se encuentra en los equipos, en las copias de seguridad o circulando por la red (y por lo tanto toman medidas para salvaguardar estos medios), pero olvidan que esa información también puede encontrarse en lugares menos obvios, como listados de impresora, facturas telefónicas o la propia documentación de una máquina.

Imaginemos una situación muy típica en los sistemas Unix: un usuario, desde su terminal o el equipo de su despacho, imprime en el servidor un documento de cien páginas, documento que ya de entrada ningún operador comprueba - y quizás no pueda comprobar, ya que se puede comprometer la privacidad del usuario - pero que puede contener, disimuladamente, una copia de nuestro fichero de contraseñas. Cuando la impresión finaliza, el administrador lleva el documento fuera de la sala de operaciones, pone como portada una hoja con los datos del usuario en la máquina (login perfectamente visible, nombre del fichero, hora en que se lanzó...) y lo deja, junto a los documentos que otros usuarios han imprimido - y con los que se ha seguido la misma política - en una estantería perdida en un pasillo, lugar al que cualquier persona puede acceder con total libertad y llevarse la impresión, leerla o simplemente curiosear las portadas de todos los documentos. Así, de repente, a nadie se le escapan bastante problemas de seguridad derivados de esta política: sin entrar en lo que un usuario pueda imprimir - que repetimos, quizás no sea legal, o al menos ético, curiosear -, cualquiera puede robar una copia de un proyecto o un examen3.5, obtener información sobre nuestros sistemas de ficheros y las horas a las que los usuarios suelen trabajar, o simplemente descubrir, simplemente pasando por delante de la estantería, diez o veinte nombres válidos de usuario en nuestras máquinas; todas estas informaciones pueden ser de gran utilidad para un atacante, que por si fuera poco no tiene que hacer nada para obtenerlas, simplemente darse un paseo por el lugar donde depositamos las impresiones. Esto, que a muchos les puede parecer una exageración, no es ni más ni menos la política que se sigue en muchas organizaciones hoy en día, e incluso en centros de proceso de datos, donde a priori ha de haber una mayor concienciación por la seguridad informática.

Evidentemente, hay que tomar medidas contra estos problemas. En primer lugar, las impresoras, plotters, faxes, teletipos, o cualquier dispositivo por el que pueda salir información de nuestro sistema ha de estar situado en un lugar de acceso restringido; también es conveniente que sea de acceso restringido el lugar donde los usuarios recogen los documentos que lanzan a estos dispositivos. Sería conveniente que un usuario que recoge una copia se acredite como alguien autorizado a hacerlo, aunque quizás esto puede ser imposible, o al menos muy difícil, en grandes sistemas (imaginemos que en una máquina con cinco mil usuarios obligamos a todo aquél que va a recoger una impresión a identificarse y comprobamos que la identificación es correcta antes de darle su documento...con toda seguridad necesitaríamos una persona encargada exclusivamente de este trabajo), siempre es conveniente demostrar cierto grado de interés por el destino de lo que sale por nuestra impresora: sin llegar a realizar un control férreo, si un atacante sabe que el acceso a los documentos está mínimamente controlado se lo pensará dos veces antes de intentar conseguir algo que otro usuario ha imprimido.

Elementos que también pueden ser aprovechados por un atacante para comprometer nuestra seguridad son todos aquellos que revelen información de nuestros sistemas o del personal que los utiliza, como ciertos manuales (proporcionan versiones de los sistemas operativos utilizados), facturas de teléfono del centro (pueden indicar los números de nuestros módems) o agendas de operadores (revelan los teléfonos de varios usuarios, algo muy provechoso para alguien que intente efectuar ingeniería social contra ellos). Aunque es conveniente no destruir ni dejar a la vista de todo el mundo esta información, si queremos eliminarla no podemos limitarnos a arrojar documentos a la papelera: en el capítulo siguiente hablaremos del basureo, algo que aunque parezca sacado de películas de espías realmente se utiliza contra todo tipo de entornos. Es recomendable utilizar una trituradora de papel, dispositivo que dificulta muchísimo la reconstrucción y lectura de un documento destruido; por poco dinero podemos conseguir uno de estos aparatos, que suele ser suficiente para acabar con cantidades moderadas de papel.

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2003-08-08